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lunes, 9 de mayo de 2016

"Repugnas"

Cada mañana al abrir mi ventana leo esa odiosa frase "Repugnas".

Vivo en un barrio casi sin gente, la mayoría son ancianos y no se ve mucha actividad. Algunas pandillas dando gritos de vez en cuando que alteran la tranquilidad. No hace ni un mes, se instaló una nueva compañera de piso con constantes broncas y portazos, y no es personal, es irritante.

Hace unos días, en una de mis sesiones cigarreras a la ventana, dos viejitos, una mujer y un hombre, intentaban limpiar de la pared de su antiguo negocio la palabra "Repugnas", sin mucho éxito, pues sigue aprenciándose perfectamente. Lo hacían rápido, para que nadie los viera, alguna vecina que pasaba por allí los saludaba con vergüenza y resignación.
El señor sacó un paño con agua y alguna sustancia que momentáneamente lo hacía desaparecer, la señora utilizaba algo más duradero en el tiempo. Daba igual. Hoy se lee.

¿Y el daño? No sé qué motivó a escribir aquello, a quién me importa mucho menos. Pero no es agradable para el estado de ánimo que lo primero que leas al comenzar el día sea "Repugnas". Ni para mí ni para ellos. Ni supongo que para nadie.

En general, damos demasiado asco como para decirle a nadie que nos produce lo mismo. La desconfianza y el odio son palpables, las faltas de respeto crecen y nos abocamos a un barrio, una ciudad, una sociedad sin escrúpulos ni sentimientos por los demás, ni siquiera por nosotros mismos; el ego sustituyó hace tiempo al amor propio; el interés al amor y al cariño, la indiferencia a la motivación.

Lo que digo es triste y puede generar rechazo, lo entiendo. Pero no deja de ser verdad. Tan verdad como que en frente de mi ventana leo todos los días "Repugnas".